Actualidad del diván
Por Damian Perez
Psicoanalista miembro de Colegio Estudios Analíticos
Una de las cosas que ha introducido la pandemia de Covid 19 es cierta perplejidad sobre la ”tradicional” atención durante un análisis de forma presencial en el diván.
En este sentido resulta pertinente la pregunta: ¿Dónde transcurre la sesión?
En una entrevista a Jacques Alain Miller, realizada por Eric Favereau el 3/7/1999 y aparecida en el año 2000 en objetos del siglo, la misma gira fundamentalmente en torno a la cuestión del diván, considerado comúnmente como emblema del psicoanálisis.
Resulta curioso ver como allí, año 99, donde solo se podía atisbar el incipiente desarrollo y avance tecnológico no solo masivo sino también vertiginoso que ha tenido internet y la comunicación, Miller intenta responder a los alcances del diván, esto es, si es necesaria la presencia del sujeto que se somete a un psicoanálisis para la práctica analítica y si es posible un diván virtual (hoy recurso de la video llamada). Dirá:
"El diván es sin duda el objeto emblemático del psicoanálisis. Pero al mismo tiempo no es el diván lo que define al psicoanálisis, hay análisis que se realizan perfectamente cara a cara. Para algunos pacientes incluso es necesario que así sea por ejemplo cuando el diván adquiere la significación de estar a merced del otro, librado al antojo del otro. Es una fantasía pero bueno, es cierto que el paciente se desplaza con el analista que está en una posición de demanda, que esto implica una cierta sumisión al otro y que el diván puede representar eso". (J.A.Miller 1999)
En este fragmento Miller alude a la hipótesis del diván como presencia concreta y real devenida exigencia y recurso que testimonia acerca de la imposibilidad de sortear la no relación sexual.
Pienso que la pandemia deja planteada implícitamente una regla general: nuestra vida, la vida que vivimos no es sin un cuerpo.
La cuarentena y el encierro ha tenido efectos palpables y nuestro cuerpo nos lo ha de recordar. Todos los días molestar, tensiones, dolores corporales, ansiedad y angustia tienen su anclaje en él. Síntomas que se confunden entre nuestro espacio interno y un exterior que la cuarentena restringió al interior del hogar. El cuerpo como celda, confinamiento. Por el cuerpo hablamos, nos expresamos, incluso a pesar nuestro. Podría decirse que en el mejor de los casos es un medio (de transporte) pero otras un obstáculo, un estorbo; de ahí que la presencia en la vida de relación se nos torna necesaria en algún momento.
Ahora cabe la pregunta: ¿es posible la práctica del psicoanálisis prescindiendo del uso del diván, no solo en su uso como mueble sino por la exigencia de lo presencial que conlleva? En los tiempos actuales donde la tecnología ha cobrado una realidad insoslayable, formando parte de nuestro quehacer diario no solo como medio de comunicación sino además como recurso para el trabajo en tiempo real: ¿Se podría hablar de un diván virtual? ¿Qué estatuto darle a la sesión a través de la virtualidad que permite una PC o un celular?, o en su caso bajo qué condiciones?
Lacan en la apertura de la sección clínica habla del diván haciendo jugar dicho término Dire vent (decir viento), quand en vane “hay cosas que echan a volar” para dar cuenta de lo que en él se pone en juego “la clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de las cosas que importan”. En la posición acostada el hombre tiene la ilusión de decir algo, es decir que importe en lo real. “Hay una equivocación cuando uno se confunde de significante. Un significante pertenece siempre a un orden más complicado que un simple signo. El psicoanálisis supone que estamos avisados del hecho que una equivocación siempre es de orden significante”. (Lacan 1977)
Uno puede acompañar en este punto a Lacan para decir que el lenguaje es un recurso del que nos valemos pero a condición de no ser considerado como algo estático, fijo, cristalizado porque entiendo que una práctica en ese sentido es una práctica muerta, donde no hay demasiado lugar al saber dado que solo se basa en un ideal del analista. Si se me permite decirlo con una metáfora, el lenguaje tendría (para ser justos con nuestra época) una lógica computacional donde para encontrar una solución a lo que alguien busca no hay una sola manera de proceder sino múltiples caminos.
Si el diván permite algo, posibilita, es porque conserva algo de la estructura del lenguaje, siempre y cuando no sea un mueble duro y robusto, inquebrantable, sino como dice Lacan de la lengua una especie de goma de mascar, donde no se cristalice como un objeto en si mismo que ya de por si sea su propia garantía. Por tanto no se trata del recurso al diván, ni si es acostado o sentado para que el análisis pueda ser llevado, para que el dispositivo pueda operar, en cambio será fundamental la posición del analista y agregaría incluso de la posición respecto del uso del diván. Es de lugar del analista como causa lo que se juega. En esta entrevista Miller releva como “el objeto duro, la novedad que Freud introduce” Es de dicha posición donde se pone en juego la palabra. El psicoanálisis debe valerse del lenguaje y su estructura para no tender a esa creencia común, o una “verdad” sobre un solo modo de operar.
La presencia virtual no excluye el cuerpo pero lo hace presente de otra manera permitiendo que en ocasiones donde puede constituirse en un obstáculo, las palabras pasen “sin ese filtro” que tamiza, ese prisma por cuyo atravesamiento las palabras pueden opacarse tornándolas por tanto más livianas, fluidas, donde jueguen en el aparato del lenguaje, y donde el real de todos modos siempre está en juego.
Dire vent….el horizonte, la mirada puede no estar en la presencia sino más allá.