Aproximaciones a la presencia de las sombras


Por María Emilia Pozo
| Psicoanalista. Miembro de Colegio Estudios Analíticos



| Aproximaciones a la presencia de las sombras

| La primera lectura de Duelo y melancolía (Trauer und Melancholie, 1917) despertó en mí un vivo interés sobre la frase enigmática de S. Freud: “La sombra del objeto ha caído sobre el yo”[1]. Esta cita funciona como un punto de capitón en el desarrollo del tema, por lo que pueden desprenderse algunos recortes dignos de investigación que dejaré en suspenso hasta otro momento. Mi interés se centra en el significante sombra de esta metáfora freudiana y otras nociones asociadas, como por ejemplo la opacidad, en articulación con el Seminario del año en curso propuesto por M. del Rosario Ramirez titulado “Duelo, melancolía, dolor de existir”.

Resultó un hallazgo para mi recorrido aquel momento en que me topé con el texto “El elogio de la sombra” de Junichiro Tanizaki. El autor describe los efectos que produjo el desarrollo tecnológico de Occidente en la cultura tradicional japonesa. Este acontecimiento tuvo lugar tras la apertura comercial de Japón en 1854, momento en que firmó el tratado de Kanagawa con Estados Unidos y puso fin a su política de aislacionismo por la habilitación de los puertos comerciales.

El autor desarrolla a través de distintos eslabones argumentativos, que oscilan entre su presente y el pasado reciente, una crítica arquitectónica del valor cultural que tiene la sombra a modo de habitar el espacio, la sombra en forma de presencia. Dice Yayoi Kamamura en su epílogo: “la añoranza de vivir una vida sosegada en un entorno más natural o recuperar aquella vida de la infancia transcurrida en una aldea, de aquel mundo que ya no existe, es un deseo del hombre contemporáneo atrapado en una vida moderna rodeada de -comodidades-”. Calefacción, luz eléctrica, materiales e instalaciones sanitarias, vajilla,  son algunos de los aspectos que menciona junto a un análisis del habitar sombrío. Enfatiza el encanto de lo antiguo, aquello que comporta algún tipo de marca del uso y de una historia, en detrimento de los materiales brillantes, pulidos y artificiales más valorados por la modernidad Occidental. Para el autor las formas de producción teatral y de las artes en Occidente no dejan nada librado a la imaginación y la interpretación subjetiva del espectador. Por último enfatiza la sutileza, la insinuación y la ambigüedad de la sexualidad y el erotismo japonés. La sombra aporta una dimensión de misterio y profundidad, imposible de recrear bajo la luz eléctrica directa según J. Tanizaki, quien considera que en Occidente las formas de la sexualidad están atravesadas por el empuje a la iluminación y la transparencia, lo que conduce a un erotismo explícito, a verlo todo al desnudo. La vivencia de un J. Tanizaki atravesado por los encuentros con lo Real de las catástrofes naturales y los cambios políticos de su país devienen en un cuestionamiento hacia la actitud “bovárica” que adoptó Japón frente al avance de la tecnología occidental. Profundiza sobre la actitud de apropiación y adaptación de estas comodidades en perjuicio de la generación de recursos propicios para la perpetuación de la cultura tradicional japonesa. Si bien esto se enmarca en lo que podría llamarse una clave de lectura Occidental, se puede sumergir en las nociones relativas al “bovarismo” en la Revista ABC N° 2 “El fin del bovarismo -La transformación de las mujeres en Argentina”.

Ahora bien, si hasta aquí se ha podido seguir este recorrido valdría considerar formular por lo menos una pregunta: ¿qué relación puede establecerse entre El elogio de la sombra y la formación de un analista? ¿Qué puede desprenderse de esta metáfora freudiana?. La noción de opacidad es también destacada por Lacan: “La vida es el conjunto de fuerzas que se resisten a la muerte (...)  El saber es lo que hace que la vida se detenga en un cierto límite frente al goce (...) el camino hacia la muerte no es nada más que lo que llamamos goce (...) De modo que sigo. En esa juntura de un goce - y no cualquiera, sin duda debe permanecer opaco-. en la juntura de un goce privilegiado entre todos - no porque sea el goce sexual, puesto que lo que este goce designa por el hecho de estar en la juntura, es la pérdida del goce sexual, la castración-, es en la juntura con el goce sexual que surge, en la fábula freudiana de la repetición, el engendramiento de algo radical, que da cuerpo a un esquema literalmente articulado” (Seminario XVII p.17). En arte la opacidad se refiere a la transparencia de un objeto o color. Un elemento con alta opacidad es totalmente visible y sólido, mientras que uno con baja opacidad es transparente o semitransparente. En el campo de la filosofía, las ciencias sociales, la política y la tecnología, que los procesos resulten opacos imprimen consideraciones sobre sus cualidades acercándose a una valoración negativa (por ejemplo la falta de transparencia de una forma de ejercicio gubernamental, o el desconocimiento intrínseco del funcionamiento algorítmico de la inteligencia artificial). Sin embargo, para el psicoanálisis reviste otras consideraciones tal como Lacan lo formuló. La opacidad es entonces relativa al goce, a un cierto modo de gozar de un sujeto. Estas formas del goce bajo la luz velada pueden imprimirse en el marco de un análisis a través de los dichos y los actos que en ocasiones encarnan una sutileza. No son formas claras y explícitas, es decir transparentes, sólo es posible considerarlas en la opacidad misma de la repetición y en las formaciones del inconsciente en transferencia con el analista. Dice M. del Rosario Ramirez: “es el objeto a lo que impide la transparencia” (Sic.). Esta lectura orientativa en la clínica psicoanalítica permite tomar distancia de las pretensiones clarificadoras, del entendimiento, del absoluto acceso a lo reprimido, propone límites a las intervenciones interpretativas bajo la luz de la intencionalidad reveladora de los autores posfreudianos y las llamadas terapias alternativas. Las propuestas contemporáneas del mercado allanan el sendero del exhibicionismo y el voyeurismo, hacen tambalear la intimidad y por qué no la extimidad. Habitar la imposibilidad de aprehender completamente a un sujeto, ubicar a decir de Freud, “el ombligo” del campo simbólico hace de límite a las ilusiones del yo que se aproximan al misticismo y la religiosidad. Dice Lacan: “el sujeto puede aprehender lo que tiene de profundamente ilusoria su identificación narcisista. Está skias, la sombra, der Schatten, dice en alguna parte Freud, y precisamente a propósito del verlorenes Objekt, del objeto perdido, en el trabajo del duelo. Der Schatten, la sombra, esta opacidad, esta sombra esencial aporta en la relación con el objeto la estructura narcisista del mundo. Si ella es superable, es en tanto que el sujeto por el Otro puede identificarse en otra parte” (Sem. VIII, Clase 26). El analista sólo toma conocimiento de los goces a través de sus sombras, es el efecto del lenguaje el que mitiga las transparencias.

Motiva la escritura de J. Tanizaki un Japón atravesado por el desembarco de la cultura y tecnología Occidental junto a la catástrofe natural. En el caso de S. Freud son la guerra, la muerte de sus seres más queridos, el triunfo del partido nacional socialista, y la enfermedad que marcó un comprobable dolor en el cuerpo a lo largo de sus últimos días; dolor que podría decirse, junto con los anteriores hechos mencionados, afirma la existencia a través del Real del cuerpo. Dice M. del Rosario Ramirez: “la exigencia de organización a partir del agujero es lo que organiza todo lo que rodea al duelo” (Sic.). No solo J. Tanizaki se encargó de enaltecer las cualidades de la sombra, el poema homónimo de J.L. Borges hace un tratamiento de lo Real del cuerpo en el avance de la ceguera.

Estas cuestiones son valiosas en la investigación de los fenómenos de los cuerpos y sus efectos, acontecimientos que tienen lugar por ejemplo en la adolescencia, así como también en torno a las cuestiones de actualidad frente a los brillos enceguecedores del mercado. En los casos tomados en este recorrido son la pérdida de la visión, la tradición, y la ilusión religiosa y política de la época de Freud tras el desembarco del racionalismo y el cientificismo los testimonios del trabajo de duelo de estos autores a través de la escritura. En un intento de eliminar las ilusiones infantiles, de liberar al hombre del infantilismo de las creencias religiosas y místicas, el psicoanálisis podría ser la creación freudiana para reconciliar al hombre con la realidad de un Gran Otro barrado, un Gran Otro absoluto perdido.



[1] Der Schatten des Objekts fiel so auf das Ich, welches nun von einer besonderen Instanz wie ein Objekt, wie das verlassene Objekt, beurteilt werden konnte.”

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