Pulsión: Cuerpo y Lenguaje
Por Adriana Ricciardi
| Psicoanalista. Miembro de Colegio Estudios Analíticos
| En el contexto de una reunión del grupo clínico en el que participo a cargo de María del Rosario Ramírez, referida a la presentación de uno de los casos que conforman el texto “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica” (“Un sujeto en la nebulosa” caso presentado por Hervé Castanet) surgió por parte de uno de los participantes de La Conversación (apartado que integra dicho texto), un comentario relativo al “hacerse” pulsional. Destacando en relación a un recuerdo del paciente sobre un dibujo realizado en su infancia, la diferencia existente entre el ver y el hacerse ver. Apuntando al respecto: “En general -es mi hipótesis- uno no se ve, se hace ver. Cuando los sujetos consiguen verse sin hacerse ver, es decir, verse sin el Otro, esto marca en general que no es una neurosis” (La Sagna,1999, p, 336). Considerando asimismo la necesidad de saber articularlo a la clínica de la pulsión. Punto sobre el que E. Laurent intervino señalando la necesariedad en este tipo de casos, de una “clínica de la producción de la pulsión” con el que M. del R. Ramírez señaló coincidir.
Hay que volver a juntar estos desenganches sucesivos del Otro con la clínica de la pulsión, tomada a partir del punto que desarrolló Jacques- Alain Miller este año, del “hacerse…”. Me pareció valiosa la indicación de Philippe La Sagna sobre la manera en que “verse” aparece de manera tan extraña en los desenganches del Otro. La clínica del desenganche del Otro va de la mano de la clínica de la producción de la pulsión, y hay que situarla en esa perspectiva. (Miller J.A. y otros, 1999, p. 341).
Es a fin de poder explicarme este punto que me resultó enigmático que intenté adentrarme en la posibilidad de desarrollarlo.
Lacan parte de que el lenguaje preexiste al hablante y que éste tiene incidencias sobre el cuerpo. La noción relativa al cuerpo es diversa a lo largo de su enseñanza. Se hace necesario señalar en primer término la separación que el lenguaje introduce entre cuerpo y organismo, el que el viviente pierde por su entrada al lenguaje. Cuerpo fragmentado que consigue unificarse por medio de la asunción de su imagen especular (cuerpo propio y extraño a la vez, debido al reconocimiento en una imagen otra).
En el período de su primera enseñanza (primacía del orden simbólico) Lacan subraya la incidencia del lenguaje sobre el cuerpo, no sólo ya en referencia a la imagen, sino en tanto condición del inconsciente (cuerpo mortificado por la incidencia significante que produce una separación del goce del cuerpo). Período en el que el falo simbólico adquiere el carácter de operador privilegiado (negativizando el excedente de goce y produciendo por medio de la palabra su significantización).
Más tarde, a la altura de su Seminario 11, Lacan distingue al respecto las operaciones de alienación y separación (relativas a la causación del sujeto en el campo del Otro) ubicando en ellas al cuerpo y la libido freudiana -al decir de Miller-. La alienación del viviente al Otro del lenguaje trae aparejada del lado del sujeto una pérdida de libido, redoblándose así mismo en el lugar del Otro (ya que el sujeto extrae el significante en el que se aliena) ocasionando una falta, un descompletamiento. Resultando por tanto la barradura, la división del sujeto y del Otro, produciéndose un resto no tomado por el significante: objeto a, consecuencia de la operación de separación. Resto que restituye parcialmente la vivificación perdida por la mortificación significante (goce inalienable). En la cadena hablada, ambas operaciones coexisten o se suceden, ocasionando por parte del sujeto un intento de recuperación del goce perdido (plus de gozar) por medio de la puesta en funcionamiento del circuito repetitivo, dando lugar a la inscripción de una pérdida en la diferencia entre lo buscado y lo hallado -pérdida estructural e irreparable-.
Es a partir del Seminario 20 donde prepondera el registro de lo real, que el cuerpo resulta reformulado, así como las diversas conceptualizaciones que necesariamente guardan relación con él. Quedando subrayado al respecto que el significante no sólo produce efectos mortificantes sobre el cuerpo y el goce, sino que es “causa” de goce (efectos que son afectos). Afecta al cuerpo, lo perturba, lo marca y lo vivifica (exceso de goce). Afectación del cuerpo de un goce que constituye el núcleo del síntoma. Movimiento que en su texto “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo” Miller denomina “corporización”.
La pulsión es resultante del lazo producido entre cuerpo y lenguaje. Y en tanto no hay saber sobre el sexo para el ser que habla, nuestra sexualidad es pulsional (falta de adecuación, armonización entre sujeto y objeto). Siendo por su parte el objeto lo más lábil del circuito pulsional, ya que la pulsión no se satisface en él sino en su recorrido, dejando al cuerpo a merced del desorden relativo a las pulsiones parciales y por fuera del orden significante en tanto no logre el sujeto su inscripción en lo simbólico. Lo que Miller en su Conferencia “Lo real en el S. XXI” sitúa como el mayor desafío para el psicoanálisis en la actualidad, en tanto se trataría de la posibilidad de quedar sometido a un real sin ley que no resulta ordenado por las leyes del significante y que por tanto no constituye síntoma. Quedando así el sujeto reducido al puro empuje pulsional, sometido a una satisfacción directa, sin la mediación que habilita su recorrido.
En el texto “El Otro que no existe y sus comités de ética” (Miller-Laurent), en su Cap XVIII: “El campo pulsional”, se subraya la doble relación que el síntoma comporta: con la pulsión y con el Otro. Siendo autoerótico en cuanto a su relación pulsional (estatuto autista del goce sintomático) y aloerótico en tanto logra su inserción en el Otro. El Otro atrapa parte de ese goce autista del sujeto: “(…) la significación de la castración. La verdad de la castración es que para gozar hay que pasar por el Otro y cederle goce”. (p. 383) -siendo “a” esa parte de goce cesible-.
Señalando asimismo que la introducción efectuada por Lacan en el Seminario 11 en el que destaca el “hacerse” pulsional, subraya la actividad propia de la pulsión, siendo su contracara pasiva tan sólo ilusoria, distinguiéndose por tanto el “ser pegado”, voz pasiva introducida por Freud, del “hacerse pegar”. Instrumentación por parte del sujeto del pegar del Otro -posición masoquista fundamental.
(…) en el movimiento circular de la pulsión el sujeto alcanza la dimensión del Otro. (…) se establece, se funda el lazo, la intersección entre el campo pulsional y el campo del Otro. No se alcanza al Otro en el nivel del espejo, sino en el de la pulsión, (…) La pulsión (…) es, un llamado a algo que está en el Otro. (…) objeto a, (…) la pulsión busca algo en el Otro y lo devuelve al campo (…) que después de este recorrido se vuelve el del sujeto. La pulsión buscará en el Otro el objeto que se separó de ella, (…) De modo que la satisfacción en juego está en el bucle de la pulsión. (…) Y la paradoja fundamental de la pulsión, (…) es que se trata por naturaleza de un circuito autoerótico que sólo se riza por medio del objeto y del Otro. En un sentido es un autoerotismo y en otro, un heterotismo. (…). (Miller, J.A. con colaboración de Laurent, E., 2005, pp. 384-385). En el Otro reside lo que llamamos objeto perdido, en torno del cual necesita girar (…) para cerrar su recorrido. (Idem, p. 407).
La pulsión se satisface por tanto en el recorrido pulsional que implica este circuito. Su ida y vuelta consiste en rodear al objeto “vacío topológico” ubicado en el campo del Otro, materializándose en alguno de sus semblantes, lo que permite que se cierre el bucle y regrese al campo que se constituirá entonces en el del sujeto.
En el texto “La comida y el inconsciente. Psicoanálisis y trastornos alimentarios” de D. Cosenza, en su “Prólogo a la edición italiana” A. Di Ciaccia señala la necesariedad de que el goce en “exceso” pueda trasmutar en “pacífica satisfacción”. Para que esto suceda (siendo subrayado repetidas veces por M. del R. Ramírez) el sujeto debe consentir.
(…) renunciar a ese goce que está más allá de todo límite para reconquistarlo a pedacitos como un goce manejable y utilizable. (…) en forma de pulsión. La pulsión implica que el goce sin límites se vuelva a centrar en un goce inscripto en el aparato psíquico (…). (Di Ciaccia, A., 2019, p. 14).
Destacando de este modo el obstáculo preponderante en los denominados síntomas actuales donde “el goce no llega a decirse como demanda pulsional, cuando, en resumen, la transformación del goce en pulsión no se produce.” (Ibidem).
En el último apartado de dicho texto, Cosenza ubica en los síntomas contemporáneos una carencia fantasmática, en los que no funciona esta maquinaria (por no haberse constituido o por ser deficitaria), destacando a partir de este obstáculo la dificultad relativa al logro de lo que considera “una transformación fundamental”.
(…) convertir el goce que habita su cuerpo en pulsión. (…) operación transformadora, que ofrece al goce del sujeto una órbita en torno a la cual girar y una organización significante que orienta la satisfacción, (…) operación imposible, o extremadamente precaria, (…) en la clínica de los síntomas contemporáneos. El goce continúa siendo masivo, sin pérdida, fuera de discurso, no se articula con la demanda y el campo simbólico, permanece en un circuito cerrado, toma la vía de la descarga sin pasar por la puerta del Otro. La clínica de estos síntomas se presenta, pues, como una clínica de este impasse transformador, como imposibilidad de esta metáfora libidinal que permite que el sujeto pase de una relación masiva y sin límites a una relación parcial y orientada, es decir, pulsional, con del goce. (La comida y el inconsciente. Psicoanálisis y trastornos alimentarios. Conclusiones. De las nuevas formas del síntoma a las patologías del exceso., Cosenza, D., p. 243).
Siendo por tanto la entrada en una dimensión discursiva lo que permite que el goce en exceso pueda encontrar su límite, habilitándose así el circuito pulsional que dará lugar a un goce recortado, siempre parcial.
-Cosenza, D. (2019). La comida y el inconsciente. Psicoanálisis y trastornos alimentarios. Argentina: Ned Ediciones.
-Lacan, J. (1991). El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (texto original de 1964).
-Lacan, J. (1991). El seminario. Libro 20. Aún. Buenos Aires, Argentina: Paidós. (texto original de 1972-73).
-Miller, J.A. y otros (1999). Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. Argentina: ICBA/Paidós.
-Miller, J.A. (2002). Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo. Argentina: Colección Diva.
-Miller, J.A. en colaboración con Laurent, E. (2005). El Otro que no existe y sus comités de ética. Argentina: Paidós.
-Miller, J.A. (2014). Lo real en el siglo XXI. Presentación del tema del IX Congreso de la AMP. Recuperado de https://www.wapol.org