Palabras que hacen mella
Por Rosana Quiroz
Practicante del Psicoanálisis. Miembro de Colegio Estudios Analíticos
|“En efecto, la palabra es el medio más poderoso que permite a un hombre influir sobre otro”
(Freud, 1905)
| María del Rosario Ramírez en su artículo “Juegos verbales", publicado en la revista ABC nº 5, vuelve a despertar detalles, sutilezas, pistas que dan lugar a la posibilidad del descubrimiento y encuentro de nuevas palabras, a poder nombrar de modo singular antiguos sentidos y recuperar, de esos inicios de Freud, los conceptos fundamentales.
Desde sus comienzos, Freud descubre el empalme de las palabras con el cuerpo a través del síntoma, partiendo de los juegos verbales, equivocaciones, agudezas. María del Rosario dice:
[Lectura de la revista ABC la cultura del Psicoanálisis N°5]:
"Sigmund Freud atiende a lo nimio, a la dinámica de lo menor, a lo casi imperceptible (…) ¿Qué encontramos en el texto del chiste? Formaciones de palabras nuevas, neo-lógicas, nuevas formas de decir que no pertenecen al código. Nueva forma de decir que podrá ser acogida en el Otro, en un conjunto de fuerzas que actúan en el inconsciente. (…) Formaciones que pasarán a operar como lo hacen las embajadas. Allí ‒me refiero a las formaciones del inconsciente‒ pasa de todo: lo extraño de lo familiar, lo íntimo, lo extranjero. Como las embajadas que habitan en una tierra extranjera y, a la vez, trabajan en su propio terreno." (Ramírez, 2021, p. 34)
Tanto Freud como Lacan articulan el síntoma con el trauma. Lacan definirá a este último como “acontecimiento en el cuerpo, exceso de excitación que no se deja reabsorber”, del que partirán las variaciones del síntoma y el modo de equivocar de cada sujeto.
A través de los juegos de palabras, poemas, chistes ─afirma María del Rosario─ se ubicará el “plus de placer” de la homofonía, del jugar con los sonidos, que indica una satisfacción. Cada uno podrá extraer un goce sutil del “equívoco debido a que es una suerte de recreación, de invento cultivado en la relación que cada uno tiene con la lengua que habla" (Ramírez, 2021, p. 41).
Sobre el vínculo que establece Freud entre el trauma y las huellas de afecto en el cuerpo, la autora recomienda el texto “Psicoterapia: tratamiento por el espíritu", en el que Freud afirma que cada palabra tiene su expresión en el cuerpo y es el instrumento esencial para tratar lo anímico:
"los síntomas se hallan bajo la influencia directa de las excitaciones, de las conmociones emocionales, las preocupaciones (…) No cabe duda que la duración de la vida puede ser considerablemente abreviada por afectos depresivos y que un susto violento, una "injuria" u ofensa candentes son susceptibles de poner repentino fin a la existencia."[1] (Freud, 1996, p.1017)
Afirmación de difícil compresión para la época, dada la significación que tenía la palabra para los médicos, quienes la relegaban a filósofos, milagreros y charlatanes. Lo anímico para los médicos sólo se representaba determinado por lo somático. Paulatinamente, comienzan a descubrir la influencia del psiquismo sobre el cuerpo a través de los afectos y el cambio corporal que producía, tanto para enfermar como para curar. Incluso los pensamientos más reposados no carecen de expresión somática.
Freud evidencia el poder de las palabras en el tratamiento mediante la hipnosis, instrumento que utilizaba en ese entonces antes de formalizar el psicoanálisis. Dice que las insinuaciones verbales del médico dependían del propósito de sanar o la voluntad de morir y la expectativa confiada frente a la enfermedad era una fuerza curativa con la que debíamos contar.
La eficacia de la intervención ─continúa Freud─ dependerá del respeto, confianza y simpatía que despierte el médico, como también de la credulidad disponible para desencadenar la obediencia y docilidad requeridas[2]. La influencia del médico se detendrá frente a la resistencia a dejar la enfermedad, por causarle un gran sacrificio al enfermo.
Siguiendo con la definición de trauma, recuerdo “Lecciones introductorias al psicoanálisis XVIII”. Allí Freud habla de la eficacia de la vivencia traumática para producir síntomas, que surge de la incapacidad para “tramitar una vivencia teñida de un afecto hiperintenso”, a la que el sujeto queda fijado. Freud explica que esta tramitación fracasa debido a que el nexo entre la vivencia traumática (fragmento penoso del pasado) y el síntoma queda oculto.
El síntoma, al tener el propósito de corregir el pasado penoso, queda desconectado de los recuerdos de la vivencia traumática y produce una “ignorancia patológica”, es decir que se percibe como a un “huésped de un mundo extraño”.
El sujeto se comporta frente a su síntoma como un hipnotizado que ejecuta una orden sin saber el motivo de su acción, en un estado de obediencia que Freud asemeja a la relación amorosa. Es decir, el sujeto se encuentra enamorado de su síntoma sin saberlo y aunque no lo reconozca como de su propia “comarca”.
En definitiva, María del Rosario Ramírez nos enseña cómo se entrelazan tempranamente en Freud la palabra, el síntoma y el goce. Dejando huellas, pistas para volver a recorrer el nacimiento de los conceptos fundamentales y la perspectiva del pensamiento de Freud.
Notas
1 Lo interesante además de esta frase son las diferencias considerables de sentido que se encuentran entre las traducciones de las ediciones de Amorrortu y Ballesteros.
2 Esta concepción es luego modificada por Freud al postular el concepto de transferencia.
Referencias de lectura
Freud, S. (1996). Psicoterapia: tratamiento por el espíritu. En Obras completas. (Vol. III). Argentina: Biblioteca Nueva. (Trabajo original publicado en 1905).
Freud, S. (1996). Conferencia de introducción al psicoanálisis, nº 18: La fijación al trauma, lo inconciente. En Obras completas. (Vol. VI). Argentina: Biblioteca Nueva. (Trabajo original publicado en 1916-17).
Ramírez, M.d.R. (2021). Juegos verbales. En revista ABC la cultura del psicoanálisis, 5, 33-41. Buenos Aires, Argentina: ediciones RSI.