Mal de ojos

Escrito de Silvia Conía para el Blog Actualidades de Colegio Estudios Analíticos

| Por Silvia Conía
Psicoanalista miembro de Colegio Estudios Analíticos 



| Acerca de la preeminencia de lo escópico en la época. El ojo y la mirada: causa del deseo. Historia del ojo de Georges Bataille: pinceladas.


| En Función y campo de la palabra y el lenguaje, Jacques Lacan habla de la subjetividad de la época, pareja de significantes muy potentes que ha sido repetida incontables veces. ¿Qué entendemos con esto? Nos interpela a que, como analistas, conozcamos la espira del momento en que nos vemos arrastrados a cierta Babel y que nos hagamos intérpretes en esa discordia de lenguajes.
No hay inconciente colectivo, pero sí, escenas del mundo que coaptan, un imaginario soportado en la potencia de significantes que al cruzarse con el goce misterioso de cada quien, resultan un atractor identificatorio de alta eficacia.
Por estos tiempos, el distanciamiento entre los cuerpos forzado por la pandemia causada por la COVID-19, nos ha conducido a un escenario común, seres parlantes ante las pantallas; una dimensión pulsional tomó protagonismo a escala global: la mirada. La ciencia lo posibilitó. El desarrollo tecnológico nos permitió, en algunos casos, continuar con los trabajos, con la labor intelectual compartida y hasta con la posibilidad de mantener alguna relación con amores que quedaron lejos. En otros, el aislamiento fue solo la continuidad de un modo de vivir, sin tener que explicar por qué. Alguien me preguntaba, en los inicios: ¿por qué le llaman cuarentena a mi estilo de vida? 
No hay homogeneidad ni homeostasis posible. Ante lo que podría tratarse de un acomodamiento al real que se nos impuso, emerge un más allá que dirá lo de cada uno en ese colectivo. Compulsiones, excesos en ese goce del ojo que hace fracasar la pretensión racionalista y reguladora de la ciencia, no se obedece a la alarma del aparato que avisa del tiempo transcurrido ante la pantalla.
Una mujer, preocupada por su hija, me relata, que, casi en automatismo, prendía su celular y “miramiramiramira”, lo dice así, holofraseado, como diría María Moreno, citando a Miguel Briante: “sin poner comas donde bajar a tomar agua”
Otro joven, concernido por su situación, plantea que no puede detener el empuje de ir a mirar las redes, por nada, nada que buscar ni esperar, sólo mirar. Claro efecto de una autosatisfacción fijada en ese lugar del cuerpo que se tornó omnipresente.
El ojo y la mirada que se apoya en él, han sido considerados de manera relevante tanto por Freud como por Lacan. El primero prestó atención a los síntomas correlativos, como cegueras no orgánicas y también a su relación con la angustia, con lo inquietante y siniestro, hallazgos hechos tanto en la literatura fantástica: El hombre de la arena, de Hoffman, como en su propia experiencia y de sus pacientes. El segundo, los elevó a la dignidad de ser uno de los objetos a, causa de deseo y en conexión a un goce particular que no es sino en el cuerpo.
Al estar pensando en estos relatos que se han vuelto diarios, me retornó La historia del ojo, de Georges Bataille, referencia de Lacan en su Seminario El objeto del psicoanálisis. Publicada en 1928, bajo el seudónimo de Lord Auch, en una edición clandestina y luego una versión modificada en 1944. Bataille, autor de una literatura marcada por el exceso y el desborde. Considerada novela erótica - la versión en la que me baso, se encuentra dentro de la célebre colección: La sonrisa vertical, de narrativa erótica, dirigida por Luis García Berlanga- su inclusión en ese género ha promovido discusiones entre los entendidos, discusión que quedaría en suspenso si decimos que se trata de un erotismo a lo Bataille. Obra ineludible para hacernos una idea de lo que implica el ojo como objeto, como una parte del cuerpo que puede transmutar sus funciones hasta el extremo de ser usado como órgano sexual. Podría considerarla un capítulo explicativo de lo que Freud llama la perversión polimorfa aludiendo a la sexualidad infantil.
Sus protagonistas: adolescentes fogosos y excesivos: un anónimo narrador, Simone y Marcelle a los que luego se suman Sir Edmond y Don Aminado, y por último el detalle de la presencia de un torero, Granero. Comienza como aventuras de púberes saliendo de la infancia y queriendo transgredir el espacio de los adultos, al mismo tiempo que enredan sus cuerpos al fragor de descubrimientos sexuales. Lo que comienza así, casi como Juegos a la hora de la siesta, recordando la obra teatral de la dramaturga argentina Roma Mahieu, va en un increscendo de desenfreno. Bataille ubica a sus personajes en distintos escenarios que según Mario Vargas Llosa quien prologa la edición citada, arma un mundo que parodia una parodia, la novela gótica, con la exacerbación y lo tumultuoso del romanticismo del siglo XVII y XIX, con pasiones frenéticas y tragedias imposibles, predilección sadomasoquista por el miedo, lo macabro, lo sobrenatural en escenarios espectaculares y pasadistas: castillos, abadías. Historia del ojo sería heredera de esta tradición, pero aclimatada a la Europa de los años veinte. El ojo y sus contigüidades en redondeces, los huevos, los testículos del toro, se mueven y son usufructuados por los protagonistas. El ojo, en tanto objeto separable, es arrancado primero al torero en una escena donde la tauromaquia junta erotismo y crueldad (imposible no pensar en Matador de Almodóvar) y luego en el final apoteótico, al cura Don Aminado en esa iglesia Sevillana que habría sido fundada por un Don Juan arrepentido para yacer bajo su puerta de entrada, de modo de recibir eternamente las pisadas de los visitantes. El ojo, arrancado del cuerpo, es usado por Simone como objeto de goce, erotismo mezclado con el horror, materia de los fantasmas de los neuróticos o de escenarios pesadillezcos: “Ella contempló la extravagancia, visiblemente molesta pero no vaciló. Acariciándose las piernas deslizó por ellas el ojo. ¡La caricia del ojo sobre la piel es de una suavidad excesiva…acompañada de una espeluznante sensación de horror! Simone se divertía…” (Historia del ojo, p.129)
El objeto, en la doctrina lacaniana, nos pone ante algo de distinta estofa que el significante, resiste a éste, aunque intentamos hablar de él.
Roland Barthes, en un homenaje a Georges Bataille, en 1963, publica en la revista Critique, La metáfora del ojo. Enmarca la Historia del ojo como la historia de un objeto, que puede pasar de mano en mano en una migración de avatares. Realiza un análisis lingüístico apoyado en Jakobson, considerando que en esta novela se puede ubicar al erotismo (de Bataille) como metonímico, en tanto hay una traslación de sentido de una cadena a otra: “ojo chupado como un seno”, “beber mi ojo entre sus labios”. Se deshacen las contigüidades usuales del objeto para sustituirla por encuentros nuevos, produciendo una operación poética, violación de un límite del espacio significante. Barthes, compara el lenguaje erótico de Sade con el de Bataille, para el primero, se trataría de una escritura que connota su siglo, para el segundo connotaría su ser mismo. En esta novela, en el apartado Reminiscencias, Bataille nos anoticia de una marca en su historia: la importancia para él, de los grandes ojos blancos de un padre ciego y paralítico, relatando una escena a la que describe como “el acontecimiento más cargado de mi infancia” (p.138)
Esto es literatura, pero en la práctica del psicoanálisis nos encontramos con relatos en que algún objeto se desprende con preferencia, siempre se trata de una parcialidad del cuerpo, arrancada de nosotros mismos, crucial en la relación de la experiencia como deseantes, la causa se aloja allí. Lacan, en el Seminario La Angustia dice, sin ambages: “hay una obsesión por la tripa causal” (p.234)
Soporte del goce muchas veces ignorado, forman parte de los fantasmas que se articulan en los síntomas. Retomando el inicio de este escrito, puede ocurrir que el sujeto quede, por momentos o más allá, reducido a ese objeto “miromiromiromiro”. El ojo se transforma, tal como la genialidad de un artista lo puede nombrar, en una “golosina caníbal” (Bataille, 2003, p.37). Bataille encuentra esta expresión en la obra En los mares del sur, de Robert Stevenson.







Referencias de lectura
Assandri, J. (2007) Entre Bataille y Lacan. Ensayo sobre el ojo, golosina caníbal. Buenos Aires, Argentina. El cuenco de plata. Ediciones literales. (2007)
Bataille, G. (1978) (original en 1928 y 1944) Historia del ojo. Buenos Aires, Argentina. Tusquets editores. (2016)
                 - (1970) La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939. Buenos Aires, Argentina. Adriana Hidalgo Editora. (2003)
Freud, S. (1976) Lo ominoso (original 1919) en Obras completas TXVII. Argentina. Amorrortu editores. (1986)
Lacan, J. (2006) El Seminario. Libro 10. La angustia. Lanús, Argentina. Editorial Paidós. (2006)
                        - El Seminario XIV. El objeto del psicoanálisis. Inédito. Clase del 1º de junio de 1966.
Moreno, María. El filo de la navaja. Artículo publicado en Suplemento Radar de Página 12 del 27 de junio de 2021

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