Asunto de Horizonte

Por Sebastián A. Bartel
Psicoanalista miembro de Colegio Estudios Analíticos 


El contexto actual de pandemia no es desconocido para la historia de la humanidad. Basta con remitirse a comienzos del siglo pasado para recordar la pandemia de gripe que azotó a Europa entre 1918 y 1920. Por aquel entonces, la llamada “gripe española” produjo la muerte de 50 millones de personas. 100 años después, el avance tecnológico y científico no logró dar respuesta a un real que irrumpe -bajo el nombre de COVID-19- forzando al aislamiento social preventivo y obligatorio como medida excepcional que el Gobierno nacional tuvo que adoptar en este contexto crítico. 
¿Cómo pensar aquella pandemia europea en relación a la pandemia actual? Podemos acercarnos a testimonios que den cuenta de la coyuntura del siglo pasado, para así realizar alguna lectura que soslaye la perplejidad a la que el virus nos confronta; ya que no distingue clase social, género ni nacionalidad. Si bien las coordenadas particulares de cada época son distintas, al revisar la correspondencia entre Sigmund Freud y Ernest Jones tenemos acceso al testimonio de una pérdida. Porque si hay algo que nos iguala ante el virus es que de algún modo todos perdemos.
El 26 de enero de 1920, Freud escribe:

“(…) El pobre, o el feliz, Tony Freund fue enterrado el jueves pasado, día 22. Siento la noticia de que su padre esté en la lista, pero a todos nos tocará, y me pregunto cuándo me llegará el turno. Ayer he vivido una experiencia que me hace desear no durar mucho. Mi hija Sophie (…) murió en Hamburgo, de una rápida gripe-neumonía, de las que vuelven a ser frecuentes en Centroeuropa (…)”.[1]
Jones responde el 2 de febrero enviándole sus condolencias, diciéndole que la noticia había sido “un gran shock” para él y su esposa.
El 8 de febrero, Freud responde: 

“Querido Jones: Ya conoce usted el infortunio que me ha ocurrido, es totalmente deprimente y una pérdida inolvidable. Pero dejemos esto a un lado por el momento, la vida y el trabajo deben continuar mientras sigamos existiendo” (la cursiva es mía)
El 5 de febrero de 1920 el padre de Jones muere, y Freud -en una carta fechada el 12 de febrero- dice:

(…) De modo que su padre no tuvo que aguantar hasta ser devorado gradualmente por su cáncer como lo fue el pobre Freund (…).
¿Puede usted recordar alguna época tan llena de muerte como la actual?
Relevo algunos significantes de la cita: vida, trabajo, existencia. Freud invita a continuar trabajando. ¿Cómo continuar trabajando en un contexto como el actual? ¿A qué se refiere Freud con “trabajo”? Es un concepto que atraviesa su obra. Freud habla de “trabajo del sueño”, de “trabajo psíquico”, inclusive de “trabajo del duelo”.  Hay una labor que es necesaria poner en práctica frente a determinados sucesos o acontecimientos.

En los días que corren las condiciones están dadas para dar lugar a la pereza. Los modos de goce están a la orden del día: tiempo libre, oferta televisiva, plataformas virtuales que ofrecen contenido premium en forma gratuita, videojuegos en línea, excesos de todo tipo. Pero aquellos que tenemos una relación con el psicoanálisis mantenemos una deuda con él. Como dice Miller en El banquete de los analistas: “La única cuenta interesante de ajustar es la que uno tiene con el psicoanálisis mismo”[2]
 
En el contexto de la investigación a cargo de María del Rosario Ramírez en Colegio Estudios Analíticos, en el año 2017 Nora Caputo realizó una presentación entorno a la “transferencia de trabajo”, concepto que J. A. Miller releva en el libro anteriormente citado. Encuentro coordenadas para responder a la pregunta inicial. No sólo para transmitir el psicoanálisis entre psicoanalistas, sino para otros, también los que no lo son. El virus nos confronta con limitantes en los modos de circulación habituales. La forma en que entablamos un lazo con el otro toma nuevas modalidades. Hay una predominancia por la virtualidad, pero puede funcionar perfectamente como puente para la transmisión del psicoanálisis. Después de todo, de lo que se trata es de trabajo, de la transmisión en el uno a uno de lo que el psicoanálisis enseña. Ese era el objetivo de la enseñanza de Lacan. La modalidad puede sufrir cambios, puede ajustarse a la coyuntura de una época.
Empero, Miller advierte: “De aquí que haya que trabajar, porque si se holgazanea, solo hay pase de pereza”.[3]

Ahora bien ¿Qué hacía Freud con Jones? Lo inducía a trabajar. Su “plataforma” era la escritura. Su “videoconferencia” el lápiz y el papel. De la lectura de la correspondencia se desprende eso: “la vida y el trabajo deben continuar”.
Tiempo antes del inicio de la cuarentena, Gabriel Levy nos recomendaba la lectura de otro libro de Miller, “Política Lacaniana”. En las últimas páginas - a partir de una cita del Seminario 5 de Lacan – Miller plantea que el deseo es siempre asunto de horizonte:

“Allí no debemos equivocarnos sobre el no ceder en su deseo. No es cuestión de agarrarse de cada cosita. El deseo es siempre asunto de horizonte. (…).
No ceder en su deseo, no significa para nada engancharse a cada cosita. Al contrario, en función del horizonte, es componer, andar con rodeos, capitular, con la condición de no ceder en la línea de horizonte del deseo”.[4]
El horizonte es el psicoanálisis.






Freud, S., Jones, E. (1908-1939). Sigmund Freud – Ernest Jones. Correspondencia completa. p. 430-433. Madrid: Ed. Síntesis. (2001).
2 Miller, J. A. (2000). El banquete de los analistas. p. 25. Buenos Aires: Paidós. 
3 Íbid.  181.
4 Miller, J.- A. (1999). Política Lacaniana. p. 106.  Colección Diva. Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2017). 

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