Esto ya lo vivimos…

Por Sergio Nervi
Psicoanalista miembro de Colegio Estudios Analíticos



Permanentemente escuchamos decir de lo nuevo y particular de la situación en que estamos. El encuentro con lo real de un virus que nos pone entre la espada y la pared. Como todo real hace lo quiere, a quien quiere y cuando quiere. No se lo controla ni somete con nada.



Hace prácticamente 100 años de la gripe española, última pandemia global, pero esa era otra época y otro mundo. Un mundo en guerra, recuerda el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han1 donde el enemigo se encontraba bien identificado. La gripe era, en ese momento, un aditamento más de la guerra.

Hoy el mundo globalizado de las telecomunicaciones y el mercado simula una paz global. Ahora la pandemia es la guerra, con un enemigo que se volvió invisible y puede estar en cualquier lado. Incluso en nuestras casas o en nuestros seres queridos aún asintomáticos. Cualquiera es un potencial portador. Se multiplican los relatos de personas exceptuadas del aislamiento describiendo los infinitos recaudos que toman para no entrar en contacto con su familia. Ellos vienen de afuera, de la zona infectada. La ropa queda en el patio y se bañan primero antes que nada, pero aún así es mejor no darles un beso a los chicos. ¿Los protegen o les temen?

El coronavirus parece destinado a cambiar el modo de vincularnos. La relación a nuestros semejantes, a nuestros objetos y ¿al modo de amar también?

¿Quien no se excede hoy con un poco de lavandina o alcohol en gel?

Pero esto ya lo vivimos…

El atentado del 11 de setiembre del 2001 a las torres gemelas de Nueva York dejo como saldo miles de victimas, y a renglón seguido, un fuerte ajuste de los sistemas de control y vigilancia ciudadana. Nos acostumbramos a sacarnos los zapatos, cinturones y todo tipo de elementos metálicos en los scanners aeroportuarios. Las cámaras ya no fueron para los ladrones, sino para todos. Los políticos se jactaron de las inversiones en cámaras para vigilar las calles y municipios. La técnica al servicio de la vigilancia transformó al ojo de la cámara en una maquina de ver y saber.

El dispositivo analítico de Freud subvirtió estas dos coordenadas. Sería mejor no ver, para adentrarse en el no saber. Dar preeminencia a la voz como elemento invocante en detrimento de la mirada.

Vuelvo a Wajcman: En la hipermodernidad, ver y saber: he aquí la libertad que poseemos, nuestro poder.2

Así, el aumento de sistemas de control y entrecruzamientos de datos digitales favorecieron la construcción de un semblante de “mundo seguro” ante el terrorismo global; mientras la palabra se degradaba en un mar de protocolos. ¿Usted lleva explosivos en su valija? Preguntaban las formas migratorias. ¿Si o no? Multiple Choice. Formas binarias que dejaron de lado el hecho que la mentira participa de la verdad. ¿O acaso no dice una verdad quien miente?

Lo que se sabe se ve; y por ende es verdadero3. Saber y verdad se condensan en una imagen. Si usted parece ladrón, o no se esfuerza en no parecerlo; seguro lo será. Pero Lacan nos enseñó, otra vez subvirtiendo la cuestión con un apólogo, que no solo miramos los objetos, sino que ellos también nos miran. Toda imagen esconde una mirada.

¿No es legítimo pensar cómo se vislumbra una tendencia a la constitución de un Otro que todo lo ve y evalúa? Su rasgo parece estar marcado bajo el signo de la paranoia. Algo parecido a lo que describe Byung-Chul Han como la ventaja de Asia en la lucha contra el coronavirus: La ventaja está sustentada en la mentalidad autoritaria que les viene de su tradición cultural (confucianismo)4 …El triunfo (sobre la pandemia) no esta dado por el cierre de fronteras y el aislamiento, sino gracias al big data. En Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y especialistas en macrodatos. El big data salva vidas En China esta vigilancia social es posible gracias a un irrestricto intercambio entre los proveedores de Internet y de telefonía celular y las autoridades de gobierno. Una vigilancia digital. 5

El reproche de Agamben no se hace esperar: Los hombres se han acostumbrado tanto a vivir en un estado de crisis permanente que no parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica6.

¡Pero no hay virus que nos obligue a abandonar la vida!

El control ciudadano, la evaluación y por ende la seguridad son solidarios de un ceder. Ceder a fantasías que al mismo tiempo nos encierran en una antinomia. Si o no ¿Estoy a salvo o no? ¿Estoy infectado o no? Uno nunca se pone la cantidad suficiente de alcohol en gel. Y aunque todo fuera visible, registrable y clasificable. ¿La verdad se ve? se pregunta Wajcman.7 Me pregunto cuanto hay en el sujeto parecido a un virus. ¿Acaso Freud no pretendió llevar la peste que representaba el psicoanálisis a los Estados Unidos, que en suma no era otra cosa que su deseo?

El encierro neurótico no es el aislamiento nos recordaba Gabriel Levy. Estamos provisoriamente aislados; no encerrados.

Reducir la vida a una condición puramente biológica de supervivencia es degradar la condición humana a la nada. Estoy bien ¡Tengo comida para 15 días! escuche decir. La Nuda vida que describe Agamben, el comfort avaro de reducirse a sobrevivir, solo condesciende con exacerbar la segregación y la xenofobia. Hemos visto en las noticias como en algunos países se elegían a los supuestamente más aptos para la supervivencia ante la escasez de respiradores. Desde hoy se aplican restricciones de salida por género en Bogotá. Pronto las denuncias distópicas de series como The Handmaids tale o Black Mirror quedarán obsoletas por nuestras respuestas a la pandemia.

Ceder en lo que nos causa, en el trabajo y el amor, es condescender a una degradación de lo que hemos construido con nuestro deseo. Y no hay virus que nos obligue a ello. Si, nos puede hacer las cosas más difíciles. Pero como le dice Freud a Jones al final de una carta durante la guerra en el 18 “…que la vida es dura es cosa que Ud. ya sabe.”

La respuesta de cada uno juega un papel fundamental en tanto concierne a eso en lo que uno está, en lo que uno se mueve y expresa. Aquello donde se juega el amor. Se lo ignore o no. Se lo acepte de mejor o peor manera. La condición humana puede pensarse negativa, pero se trata en última instancia de seguir estando presentes con lo que nos hace diferentes. No ceder.

¿Acaso Freud no nos enseñó que el enemigo esta en uno mismo?






1 Byung Chul Han: La emergencia viral y el mundo de mañana. El Pais 22 marzo 2020.En Sopa de Wuhan.
2 Gerard Wajcman: El ojo absoluto. Manantial, Bs As, 2011. pág 14.
3 Esa es la tesis de Wajcman en el “ojo absoluto.”
4 Byung Chul Han Op cit. Pág 99.
5 Byung Chul Han Op. cit. Pág 100.
6 Giorgio Agamben: Entrevista La epidemia muestra que el estado de excepción se ha convertido en la condición normal. Le monde. 24 marzo 2020.
7 Op cit. Pág 22.

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