COVID 19: ¿La práctica del psicoanálisis se transforma?

Por Mirtha Benítez
Psicoanalista miembro de Colegio Estudios Analíticos


La pandemia generó una implosión en nuestra vida cotidiana. Cambió el modo de circulación de los cuerpos, los vínculos sociales, la manera de recibir a los pacientes.
La entrada inexorable de la tecnología en los análisis se instala para poder seguir. ¿La práctica del psicoanálisis se transforma?
El aislamiento preventivo y obligatorio nos sumerge en un único modo posible para continuar los análisis. Las pantallas, celular o computadora participan de la escena.
Múltiples artículos en este último mes de filósofos, sociólogos, historiadores, antropólogos, psicoanalistas, escritores se hicieron presentes en distintos medios para decir algo sobre lo que está aconteciendo.
Contexto difícil mundial, continental y argentino. Luego del primer impacto y cierta perplejidad, continuamos. El recurso frente a lo contingente -la Tyché aristotélica que Lacan revive y transforma-  es lo posible. Transformar, cambiar la modalidad, encontrarle la vuelta fue el camino elegido.
El psicoanálisis atravesó pandemias, revoluciones, guerras mundiales: la primera, la segunda y sus efectos. La numerosa correspondencia que Freud mantuvo durante toda su vida fue testimonio de las escorias subjetivas que dejó la guerra y también de los tratamientos analíticos en épocas de infortunio.
Primera guerra mundial, Freud y su gran tesón por no dejar las cosas quietas en cuanto a la difusión del psicoanálisis, trabajó denodadamente para hacer el 5to Congreso Psicoanalítico Internacional de la IPA, que por la guerra estaba demorado. Lo logra en el año 1918 en Budapest, poco antes que la guerra finalizara. ¿Qué escrito lee en ese Congreso?
“Nuevos caminos de la terapia analítica” (S. Freud, 1919)
“Nos encontramos hoy tras largos años de separación y de dura prueba. Este reencuentro me mueve a pasar revista al estado de nuestra terapia”
Por un lado, recorre a lo largo del texto lo que puede entrar en revisión y por otro, asevera que hay algo que queda inalterable de la práctica analítica, algo que no cambia y no cambiará. Se refiere al corpus teórico en 1918 (las resistencias acerca del saber sobre la propia persona, la represión, el síntoma) y los principios soberanos que mantienen inalterable la práctica del psicoanálisis: la privación, la abstinencia que le compete al analista y la transferencia como la clave del dispositivo que hace posible el análisis. En ese contexto de cuestiones, aparece el famoso fragmento, que todos conocemos, por la multiplicidad de veces que ha sido citado:
“Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra, luego de haberla tomado a nuestra imagen y semejanza”.
Asevera que la transferencia y la privación de tomar al paciente como objeto de algún fantasma del analista, son principios rectores para el psicoanálisis.
Habla de nuevas direcciones, nuevos caminos en qué podría desarrollarse el psicoanálisis. Entiende –aunque pudiera escucharse entre sus oyentes, como casi fantástico-  que el análisis en el futuro tal vez pueda extenderse a gran número de personas en el mundo y a distintas situaciones sociales y económicas.
Concluye con contundencia que el psicoanálisis no es una cosmovisión, ni una filosofía. Freud toma posición ante los psicoanalistas. Se dirige a ellos. Su política fue hacer lo que estuvo a su alcance para que el psicoanálisis en el futuro se amplíe y llegue lo más lejos que se pueda.
Una referencia fundamental para los que practicamos el psicoanálisis en tiempos de COVID 19, es la institución.
En esta perspectiva estaba la puesta en marcha de las actividades propuestas para el 2020 de Colegio Estudios Analíticos.
Lo presencial, el encuentro entre las personas para darle continuidad a los proyectos escritos y difundidos, ya no podía realizarse de igual manera. El porvenir tomó otra dirección.
En las reuniones institucionales –ahora virtuales- surgieron significantes: el aislamiento, el encierro, la intimidad, la privacidad, la dimensión que toma el otro/Otro en estos tiempos del virus. También las distintas formas de lo ominoso, los cambios a nivel de lo social, el modo de circulación de los cuerpos, los análisis por las vías posibles. No faltaron las referencias a las  pasiones desatadas en tiempos del virus, la generosidad, la solidaridad, la fraternidad y por supuesto la segregación. En fin, la posibilidad de sublimar o de metaforizar el real que estamos viviendo.
De estos encuentros surgen escritos, ideas y acciones de algunos para poner en marcha la modalidad virtual y llevar a cabo lo que Nora Caputo llamó “De la sede a la pantalla”.
Relativo al cómo seguir, tengo presente una frase del Prefacio de la edición facsimilar “Homenaje a Oscar Masotta” de reciente aparición y que forma parte del proyecto editorial de Colegio Estudios Analíticos, allí María del Rosario Ramírez dice: “Nuestra política consiste en hacer prosperar el psicoanálisis de modo que tenga porvenir”.
El porvenir del psicoanálisis, en eso estamos, retomo la pregunta inicial ¿La práctica del psicoanálisis se transforma?
Hemos entrado en un momento de mucho movimiento histórico, se realizan cambios en el modo de trabajar, de estudiar, de encontrarse con otros, por lo menos por un tiempo, aún incierto. El trabajo y la  enseñanza online han tomado protagonismo. El feudalismo digital está en marcha según el pensador surcoreano Byung-chul Han. Cambios y pérdidas.
Los psicoanalistas también hemos cambiado nuestra forma de recibir a los pacientes. Alguien dijo en su primera sesión virtual: “no está el cuerpo presente…es muy extraño”.
Sabemos que el análisis no es el consultorio, ni el diván.
En las sesiones por vía remota participan los sueños, los actos fallidos, las asociaciones. El fantasma, la angustia y los síntomas acuden al encuentro virtual. Lo inconsciente no falta a la cita. Los análisis pueden continuar.
¿El tipo de presencia del cuerpo tiene otro estatuto en los encuentros presenciales que en la virtualidad? ¿La presencia  en carne y hueso es necesaria para el análisis o es prescindible? Estas preguntas y otras se plantean con más fuerza en este tiempo de pandemia. Considero que una presencia y otra, comportan diferencias.
Lo escópico y lo invocante en el análisis también requieren un tratamiento preciso, que quedará pendiente para otro escrito.
Prefiero no olvidar el caso por caso, la singularidad de cómo se ordena la satisfacción en cada quién y que concierne al discurso bajo el cual estamos. Este nuevo modo de recibir a los que nos solicitan seguir sus análisis, no sustituye el dispositivo habitual del análisis antes del COVID 19, pero permite la continuidad.
Falta aún el tiempo en el que podamos hacer la lectura retroactiva y lógica, del tiempo de comprender en el que estamos.
Es seguro que si nos permitimos la continuación de los análisis por los medios posibles para esta circunstancia, lo hacemos tomando en cuenta el principio soberano de la transferencia y lo que Lacan llamó deseo del analista. De estas presencias y de lo que haga cada uno, depende el porvenir del psicoanálisis.

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